Controlaba en las sombras la distribución de estupefacientes de todo el país. En el anonimato, sin lujos, sin despilfarros. Un hombre poderoso que ni siquiera sospechaban que existía.
Pero con una debilidad, adicto al placer lo obtenía sin límites de saldo.
Aquella noche se permitió una osadía, un capricho propio de un dios: privarse del poder y de la supremacía. Y entregó su alma a los encantos de aquella mujer que acababa de conocer.
Más tarde se oiría un disparo en un hotel de carretera. Y una agente doble cero saldría hacia la peluquería para el próximo trabajo de esa noche...
.jpg)
