Pocas cosas tan trascendentes pasaron tan inadvertidas después de la Segunda Guerra Mundial como lo que supuso desencriptar la máquina Enigma.
Cuando Winston Churchil dijo aquello de que "nunca tantos debieron tanto a tan pocos" se referería principalmente a las personas que trabajaron para los servicios de inteligencia británicos.
Enigma era una especie de máquina de escribir pero funcionaba con una pila y hacía falta otra máquina Enigma para descifrar el mensaje en código morse.
Cuando se apretaba una tecla del teclado un impulso eléctrico accionaba un rotor, este accionaba otro y finalmente un tercero, todos de 26 letras, transcribía una letra que era emitida ya codificada. El resultado final era una letra transpuesta que, dependiendo de cómo se configuraran los rotores, podía hacerse de 150 millones de millones de millones de modos distintos. Y en plena guerra se ajustaban los rotores cada ocho horas!. Esto quiere decir que sin las claves de ajuste cualquier intento de desencriptar era limitado a ese tiempo, y ya cumplido había que empezar de cero. Todo un desafío que hizo enloquecer a más de un matemático.
Por eso, dado el número casi infinito de ajustes los alemanes creían que la máquina era segura. Pero se equivocaban.
De las cien mil unidades que se fabricaron la única máquina enigma que cayó en manos aliadas la capturaron los polacos que prefirieron morir torturados antes de confirmar la captura. De Polonia la llevaron a Francia pero no estuvo realmente segura hasta que la llevaron a Bletchley Park, en pleno corazón de Inglaterra. Incluyeron también los primeros trabajos del descifrado hechos por matemáticos polacos. Y resultaron cruciales porque sentaba las bases del funcionamiento.
Se adelantó mucho con la aportación inglesa pero sin los planos originales del cableado interno sólo se podían intuir levemente los mensajes. Estos llegaron, como no, con el soborno a un oficial alemán que no hizo ascos a un buen puñado de dólares. Y es lo que hizo girar la tortilla. En Bletchley Park llegaron a trabajar 20.000 personas a tres turnos día y noche perfectamente organizados. Tuvieron un palco preferente en todas las decisiones nazis, incluso las del Führer. Dicen que se podían leer los mensajes antes en Inglaterra que en el supuesto destino. Imaginad la ventaja que suponía esto!, sobretodo en la batalla del Atlántico al saber la posición de los submarinos que habían diezmado brutalmente la flota inglesa y barcos de suministros.
También los alemanes perfeccionaron Enigma añadiendo más rotores, hasta cinco en su último modelo. Para descifrar éste se creó el primer ordenador de la historia, Colosus, un pedazo de monstruo de no sé cuántas toneladas que hacía el mismo trabajo que un microchip actual. Toda una proeza de ingeniería de la época.
Para que os hagáis una idea de lo que era un mensaje:
nczwvusxpnyminhzxmqxsfwxwlkjahshnmcoccakuqpmkcsm hkseinjusblkiosxckubhmllxcsjusrrdvkohulxwccbgvliyxeoahx rhkkfvdrewezlxobafgyujqukgrtvukameurbveksuhhvoyhabcj wmaklfklmyfvnrizrvvrtkofdanjmolbgffleoprgtflvrhowopbekv wmuqfmpwparmfhagkxiibg
"Señal de radio 1132/19. Contenido: Forzados a sumergirnos durante ataque, cargas de profundidad. Última localización enemiga: 8:30h, cuadrícula AJ 9863, 220 grados, 8 millas náuticas. [Estoy] siguiendo [al enemigo]. [El barómetro] cae 14 milibares. NNO 4, visibilidad 10."
Para mí los verdaderos héroes. Y es que la guerra, aunque habría tenido el mismo final seguramente, se acortó -dicen los expertos- dos años!