viernes, 27 de abril de 2012

"Espíritu del mal


...si estás aquí pronúnciate".

Quien no haya dicho esto no ha tenido infancia 

jueves, 26 de abril de 2012

ahí vaaa!!


La NASA ha felicitado esta mañana al Sr. Ramos por desviar la trayectoria de un meteorito que se acercaba peligrosamente a la Tierra.

Ese tío ahí!!!

F1


Escucha, calentamos motores y luego nos montamos un threesome con el Mágico, ok?

O¿O

miércoles, 25 de abril de 2012

el camino

Siembras de minas tus huellas para proteger la singularidad.
Es tu seguro de supervivencia, tus derechos de copyright. 
El mundo explota bajo mis pies y vuelo por sky.

lunes, 16 de abril de 2012

Enki Ea


Hace tiempo que el mensaje de estas formaciones han dejado de ser un enigma. Predicciones astronómicas, números fractales como el conjunto de Mandelbrot, la proporción áurea, pi, fi, y un sinfín de agroglifos cifrados en código binario son fácilmente estudiados a través de sistemas informáticos.

Este círculo apareció el 20 de junio de 2011 en Poirino, Italia. Una estrella de siete puntas en el centro de la circunferencia que señala siete segmentos formados por pequeños puntos blancos (1) y oscuros (0). A partir del código ASCII se descubre una inscripción formada por dos palabras: Enki Ea.

Enki Ea aparece en los textos sumerios como una de las tres divinidades más importantes de la civilización mesopotánica. Llegó de las estrellas para crear al hombre y también el agua, las fuentes y los ríos. Advirtió al hombre del diluvio universal y creó a unos seres llamados apkallus que enseñaban al hombre durante el día y por la noche se retiraban al fondo del mar. Se le consideraba el maestro de la magia. 

Y todo esto que puede parecer una locura deja de serlo si estudiamos un poco la procedencia de las civilizaciones más antiguas pues la historia se repite en Sudamérica y Egipto con Viracocha y Osiris. 


Una invitación romántica a pensar sobre nuestros misteriosos orígenes .... 

miércoles, 11 de abril de 2012

Quique (part I)

Conocí a Quique en un centro de desintoxicación hace ya unos años. Mi trabajo consistía en controlar a los internos en una villa a las afueras de la ciudad. Que cumpliensen las normas, poner orden en caso de necesidad, hablar con ellos y redactar informes de sus progresos, principalmente. Nueve internos y yo. Muchos con problemas psiquiátricos a los que les suministraba su medicación (post-comprobación que realmente se la habían tomado haciéndoles abrir la boca). Otros con juicios pendientes y, la mayoría, ex-presidiarios o con penas pendientes. Lo mejorcito de cada casa, vamos. Sin embargo, y pese a lo que pueda parecer, guardo muy buenos recuerdos, muchos muy gratificantes. Y forjé amistades que he mantenido hasta hoy.

El perfil del yonkie clásico se ajustaba bastante al patrón. Gente sin estudios, de clase media o baja, con problemas familiares, círculo de amistades "negativas" (que también consumen),  y que eran bastante hipersensibles, manipuladores, carentes de  disciplina, etc... Con excepciones, claro. Los estragos de la heroína se reflejaba en sus rostros y en algunos también el sida, la hepatitis o tuberculosis.

Quique tenía 42 años y sólo verlo de pie ya era un milagro. Se había metido tanta mierda durante tantos años que más que un toxicómano parecía un superhéroe. Sin embargo, había algo que lo diferenciaba del resto: su capacidad de manipulación. Su psicología lo había llevado siempre por donde había querido y, simplemente hablando, era capaz de todo lo que se proponía. Un tuerto en el país de los ciegos.
Era músico y tocaba casi cualquier instrumento. Presumía de haber sido vocal del Coro de Bilbao. También estudió medicina y biología y estuvo viviendo en Australia e Inglaterra, lo que, a su regreso, le permitió dar clases de inglés. Su famillia, por las fotos que pude ver, parecían aristócratas. Su padre, un reconocido traumatólogo, tenía una clínica privada que alguna vez he visto en las noticias. Su madre era profesora en el Conservatorio y todos sus hermanos licenciados en distintas ramas de medicina.
La obsesión de su padre en que perpetuase el linaje estudiando medicina lo llevó a un callejón sin salida. Y se reveló contra todos y contra él mismo cayendo en el más negro de los abismos.
En sus años de estudiante ya consumía heroína. Hasta que le cerraron las puertas robó a su familia todo lo que no está escrito y más. Sin dinero y en la calle empezó a vender. En poco tiempo se hizo con todo el mercado de Cuenca. Y vino la abundancia y los excesos. Reservaba discotecas enteras para sus fiestas privadas. Me decía que se metía la cocaína hasta por los ojos. Se metió también en el mercado de la prostitución y compró una pistola que llevaba siempre consigo.
Su perdición en las drogas, según él, fue cuando empezó a inyectarse cocaína. Por lo que pude saber, ciertamente, es el principio del fin.  Se tenía que meter las dosis cada diez minutos. En cuánto bajaba la euforia, otra vez, y sin límites.

Aunque vió morir a muchos amigos se culpabilizó de la muerte de su novia e intentó suicidarse por sobredosis encerrándose en casa.

Le trincaron en una redada y pasó en chirona cuatro años y un día. Al salir pasó por varios centros aunque sin intención de dejarlo. Conseguía desaparecer una temporada para que, quizás, los que habían puesto precio a su cabeza desistiesen. Estaba amenazado de muerte.

Más tarde me enteré de lo peligroso que fue estar con él en su casa todos los fines de semana de aquel verano...

Quique (part II)

Ir a su casa por primera vez fue toda una experiencia. La finca, vieja y totalmente dejada, ya me sugería qué me podía encontrar. A medida que subíamos las escaleras los gritos y portazos del vecindario ponían, la que iba a ser, sinfonía de fondo diaria. Pero no hice ningún comentario. Como tampoco de la puerta de entrada que estaba llena de marcas de forzajes e intentos de abrirla. El apartamento tendría 30 metros cuadrados, a penas tenía luz ni muebles, con restos de papelinas en los ceniceros y un peluche atravesado por agujas ya inservibles. Me sobrecogía de pensar lo que se pudo vivir allí dentro. Una guitarra sin cuerdas en el rincón del comedor ponía la nota más alegre.  Sin embargo, en el armario de su habitación guardaba una inmensa colección de trajes de marca, chaquetas de piel, camisas, ....vestigios de una edad de oro que ya nunca volvería...

Hacer el seguimiento implicaba que dependiese totalmente de mí. Eran cosas aparentemente absurdas pero con un trasfondo lógico. Yo llevaba sus llaves, su dinero, su móvil, su tabaco. Me tenía que pedir permiso para todo. Si se paraba a hablar con alguien tenía que estar presente. Si sonaba el teléfono de su casa lo descolgaba yo y luego se lo pasaba.
Su madre llamaba a escondidas los domingos por la noche.  Para el resto de familia no existía. Me preguntaba por su hijo y me agradecía lo que hacía por él. Nunca perdió la esperanza. Y creo que comprendí, por primera vez, que el amor de una madre está muy por encima del bien y el mal.

En sus ratos libres tocaba la guitarra. Canciones de los Beattles, Rolling, Doors, Dylan y cualquier canción que le pidieses. Tenía una voz prodigiosa, cantaba tan bien y con tanto sentimiento que sigo considerándolo un genio. Llegó a grabar un disco y se lamentaba de haber tenido que vender todo su equipo de sonido, (amplis, mesa de mezcla, guitarra, contrabajo,...) pero decía que de esa guitarra sería de lo último que se desprendería.
Después de hacer las tareas programadas sobraba tiempo para  pasear, ir a la playa, al cine, ... Es cuando más se abría y contaba cosas de su pasado. Recuerdo dercirme que no tenía remordimientos. Que había hecho lo que yo en su lugar hubiese hecho. Pero otras veces se contradecía añorando una vida tranquila y que hubiese sido feliz en su tiendecita de música.

Aparentemente progresaba en el programa. Cumplía objetivos, ayudaba a sus compañeros y se le veía implicado en la causa. Era hora de enfrentarse a sí mismo.
Y, cosas del azar, el primer fin de semana que pudo salir sin seguimiento nos vimos. Era de noche y, el barrio, uno de los puntos calientes del trapicheo. Con prisas y todo sudado, al verme, le cambió la cara. Y, por supuesto,  a mi. Forzó la sonrisa mientras me explicaba que había ido a ver una amiga pero que, al final, no la había podido localizar y tal. Me miraba y sabía que no le estaba creyendo. Pero siguió con el rollo evitando mi incredulidad y decepción, con ganas de acabar con aquella situación. Nos despedimos.

Se fue hacia no sé dónde viéndome sólo como un testigo que no tenía porque haber estado allí. Y el lunes a primera hora se apresuró a contar su recaída antes de que lo pudiera hacer yo.

Aquello marcaría el punto de inflexión...

Quique (part III)

Se tiró tres semanas en reflexión. Es una especie de prueba psicológica de replanteamiento, por no decir una tortura. No puede hablar con nadie excepto en grupos, se limitan horarios y eliminan tiempos de ocio a cambio de tareas. A esto hay que sumar el poco tiempo que hace que consumieron y la ansiedad que les genera. No era de extrañar que muchos abandonaran. Supongo que le pasó por la cabeza lo mucho que se jugaba. Nunca había llegado tan lejos en ningún programa y sabía que no tendría otra oportunidad. Lo sabía porque me lo dijo.

Me llamó un día para pedirme si le podía hacer el seguimiento ese fín de semana y aunque no tenía muchas ganas, la verdad, le dije que sí. Cuando fui a recogerlo al centro me sorprendió ver que había perdido peso considerablemente y se había dejado perilla. Acostumbrado a verlo con chándal o  mono de tirantes iba con botas, vaqueros, una camisa desabrochada y gafas de sol. Un nuevo look que, aún conociéndolo, tiraba para atrás. Pero me alegré de verle.

De camino a casa hablamos un poco de su estado anímico y cómo había vivido esta etapa. Se lamentó de no haber confiado en mí lo suficiente y pedirme apoyo el día que nos vimos para evitar el consumo. Y me hizo sentir también culpable por no haber intentado ayudarle. En parte, tenía razón.

El finde pintaba bien. Tenía programado ir a la playa, salir a cenar y tomar algo en algún pub. Ya desde el principio empecé a notar que cuando me hablaba a penas me miraba y no se quitaba las gafas ni en casa. También me desconcertaba su ausencia temporal, me preguntaba constantemente si le había dicho algo o le había dejado de decir y le tenía que repetir las cosas. Le tuve que recordar en las cuatro o cinco comidas que se tomara la medicación para el VIH, una medicación que no podía dejar de tomar.  ¿Y me tenía que preocupar yo? Incluso me pareció ver que no se tragaba la pastilla y luego iba al baño. ¿A qué estaba jugando? Encima, pasota y a la defensiva no aceptaba el confronto. Sólo hablaba de lo hijoputa que había sido y que nadie se podía hacer una idea de lo que era capaz de hacer. Me confesó que vivía con dos prostitutas yonkies a las que tenía medio secuestradas y que a cambio de droga cubrían sus necesidades sexuales. De la manera que me lo contaba parecía que jamás podría perdonarse a sí mismo. Empezaba a aceptarlo como parte de su naturaleza.

El domingo después de cenar fuimos a tomar algo. Saludó a un antiguo camarada que al ver que estaba en un programa se puso a presumir que consumía sin que le afectase demasiado. Era negativo y no cortó la conversación. Luego se justificó diciéndome que a penas lo conocía. A mi no me dio esa impresión.

Llegamos a casa y cogió la libreta del programa para apuntar unas notas. Del cajón sacó también una agenda que repasó por encima y luego dejó encima de la mesa. Marcó algo en el móvil y después, sin más, se fue a dormir. Yo me quedé un rato más viendo la tele. Me llamó la atención la agenda y la abrí. Su lista de contactos podía ser el sueño de cualquier comisaría de policía.  Presentí lo peor.

Me fui a dormir con el pensamiento de que pretendía retomar el negocio de la distribución. Sin podérrmelo quitar de la cabeza apagué la luz. Al rato me pareció oir algo. Era su voz murmullando algo o como si estuviera hablando con alguien. Y el sonido de como si estuviera manipulando un envoltorio de plástico o algo así. Me levanté con sigilo y al ver que tenía la luz de la habitación encendida me quedé extrañado, hacía por lo menos dos horas que se había ido a dormir. Entré al lavabo y estiré la cadena para que notase mi presencia. En seguida, apagó la luz. Volví a la habitación pensando que si el móvil lo tenía en el comedor... es  que estaba hablando solo.  Me recorrió un escalofrío al  imaginármelo ensimismado en  ese estado paranoico. Al rato oí que el interruptor se encendía. Y abrió la puerta brúscamente. Tambaleándose y apoyándose en las paredes del pasillo se detuvo en mi habitación y asomó la cabeza. Luego entró en el servicio y  volvió a la habitación.

A la mañana siguiente me tocó despertarlo llamando a su puerta varias veces. Llegó tarde al centro y yo al trabajo. Cuando llamé a media mañana para dar parte me dieron la noticia que había abandonado el programa repartiendo insultos y amenazas para todo cristo. Un escándalo del que mejor no dar detalles.

Cuando acabé de trabajar me fui directo a su casa. Quería recoger algunas cosas que solía dejar. Llamé a la puerta varias veces sin respuesta. Sabía que estaba dentro porque oía la televisión. Le decía que sólo quería coger lo mío y me iba. Así varias veces y nada. Golpeé la puerta con fuerza y le grité.  Una voz agónica que parecía de un enfermo moribundo dijo que me fuera. Me costó reconocer que era la suya. Volví a llamar.  He dicho que te vayas! Bajé las escaleras de espaldas sin dejar de mirar la puerta. Aún pienso qué habría pasado si hubiera insistido una vez más. Y creo que mejor no saberlo.

Al poco tiempo ya asomaba un cartel de se vende en el balcón que fue retirado a las dos semanas. Y un año más tarde en una calle céntrica un pobre vagabundo sentado en la acera junto a una chapela y algunas monedas tocaba una triste canción mientras la gente pasaba sin detenerse.

Still my guitar gently weeps....

yodasparrow


Si ron tú no tener, morir has de.

lunes, 2 de abril de 2012

alejandría en un click


Conocemos el blog de una chica simpática y apasionada a la lectura. Hablo, claro está, de mientrasleo. Con las reseñas de sus libros nos invita a descubrir un mundo que podemos construirlo como nosotros deseemos, donde soñar e imaginar son los verbos copulativos.

No os cuento más,  http://entremontonesdelibros.blogspot.com.es/

:P